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Piel y calzado
Calidad y reconocimiento mundial
La comarca del Raiguer se puede considerar el centro de la artesanía de la piel y del calzado. Inca se denomina «la ciudad de la piel», por la gran cantidad de tiendas dedicadas a este sector.
La intervención humana en el proceso productivo ha hecho que la artesanía peletera y el zapato mallorquín sean reconocidos por todo el mundo por su calidad, comodidad y resistencia. Hay que destacar la diversidad que reúne, desde el calzado clásico hasta los diseños de vanguardia. Botas, botas tejanas, zapatos de montaña, calzado deportivo, calzado ortopédico, calzado femenino o masculino... sin olvidar el calzado típico y tradicional como las porqueras, las abarcas o las alpargatas.
Muchas de las grandes firmas han trasladado sus talleres a otros países, pero la creatividad en el diseño continúa en manos de los mallorquines que desarrollan esta tarea en muchos lugares del mundo. La experiencia acumulada, el espíritu emprendedor y la vocación internacional de los empresarios del calzado en Mallorca han conseguido que las marcas mallorquinas estén hoy presentes en los cinco continentes.
Podéis descubrir más cosas sobre este oficio en el Museo del calzado y de la industria en Inca, situado en un antiguo cuartel de infantería del ejército, construido entre 1909 y 1922.
No os perdáis tampoco la Ruta del calzado. Actualmente, las sedes corporativas de las marcas más importantes y prestigiosas se encuentran en Inca con comercios abiertos al público. En esta ruta encontraréis los lugares turísticos y comerciales relacionados con la industria del calzado en Inca.
Tiendas especializadas os esperan en otras zonas para mostraros sus creaciones de zapato mallorquín. El auténtico y genuino.
ABARCAS, PORQUERAS Y ALPARGATAS
Eran el calzado típico de la población rural. Rústicas y muy funcionales. Las abarcas y las porqueras son de piel y con suela de neumático. Unas para el verano y la primavera, las otras para el otoño y el invierno. Hoy siguen siendo un clásico en la vestimenta de la población local, pero con más diversidad de materiales y colores.
Las alpargatas elaboradas a mano, también formaban parte de la vida cotidiana de la gente mallorquina. Ahora son un elemento elegante y exclusivo que no pasa de moda y las podemos ver como parte de la vestimenta de algunos miembros de la familia real y de gente famosa.
HISTORIA
A finales de la edad media ya había una tradición artesana del calzado en Mallorca, y en el siglo XVIII la industria del calzado era una de las principales actividades económicas de la ciudad de Palma, donde se encontraba la mayor parte de los pequeños talleres de la isla.
En el último tercio del siglo XIX, la exportación a Filipinas y América fue el detonante de un crecimiento y de una mecanización que nunca hicieron desaparecer del todo los procesos manuales de fabricación.
Durante la Primera Guerra Mundial la necesidad de calzado de los países en guerra abrió nuevas puertas a la exportación. Por aquel entonces, la capacidad de producción de la ciudad de Palma había decaído en favor de otras zonas como Llucmajor y, sobre todo, de algunas localidades de la comarca del Raiguer, como Inca, Alaró, Lloseta y Selva.
En 1915, Antoni Fluxà Figuerola funda el Gremio de Zapateros, con sede en Inca, y los años siguientes la mayoría de empresas incorporan un cierto grado de mecanización en los procesos productivos.
Las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta supusieron la consolidación de las marcas mallorquinas como referente de diseño y moda, en un momento histórico en que el espíritu creativo mediterráneo marcaba una diferenciación muy valorada en Europa y América, principalmente.
Hoy, y después de haber superado unas cuantas crisis del sector, el calzado mallorquín sigue siendo un símbolo de creatividad y calidad.