Valldemossa

Enmarcada por montañas altas con numerosas posesiones generosas en fuentes, y escenario idílico de excursiones amenas, el valle de Valldemossa, abierto hacia el mar en la cala de sa Marina —en otros tiempos lugar de desembarque de corsarios berberiscos y hoy puerto de recreo—, ha sido desde la prehistoria más remota y como prueban los ricos yacimientos arqueológicos de la zona, un lugar privilegiado de la costa norte mallorquina, cuyo asentamiento actual se remonta a la época de la dominación musulmana.

Este paisaje bucólico, que todavía ahora suscita vocaciones eremíticas, ha sido testigo tanto de las reflexiones del filósofo Ramon Llull, que en 1275 fundó la Escuela de Lenguas Orientales en Miramar —donde en 1485 se instalaría una de las primeras imprentas europeas—, como de la infancia de santa Catalina Tomàs, única santa mallorquina, la devoción a la cual se manifiesta en las baldosas que presiden las entradas de cada una de las casas del pueblo.

Pero si tenemos que destacar un elemento de Valldemossa es, sin duda, la Cartuja, mundialmente famosa por haber alojado el invierno de 1838 a Frederic Chopin y George Sand, cuya estancia se conmemora con los conciertos que se celebran el mes de agosto. Igual que el músico polaco, son innumerables los artistas que han buscado la inspiración en Valldemossa, como puede constatarse en el Museo Municipal, donde también se recuerda la figura del archiduque Lluís Salvador, que durante el siglo XIX habitó la posesión de S'Estaca, hoy propiedad del actor Michael Douglas. Y es que, en Valldemossa, no hay nada que deje indiferente al visitante, desde la arquitectura popular armoniosa hasta la gastronomía exquisita, representada por las deliciosas cocas de patata.